Jesús carga su propia cruz de vigas a través de las calles. Los guardias romanos golpean a aquellos en su camino. Jesús sigue batallando bajo el peso de las vigas. Se desploma en la calle, cayendo de rodillas. El guardia Romano mira hacia la multitud y ve a un hombre grande. Este es obligado a cargar la viga mientras Jesús trastabilla todo el camino. La multitud grita con ira. Pero algunos se lamentan. Jesús les pide que lloren por si mismos pues se aproximan tiempos más difíciles. Los Romanos empujan a Jesús para avanzar con ellos, picándole para que siga adelante cuando se detiene o se tropieza.