El guardia Romano toma un letrero y lo martilla arriba de la cabeza de Jesús. La multitud explota con gritos y risas. El guardia intenta darle vinagre desde una esponja. El guardia le insiste que se salve a sí mismo si realmente es el Rey de los Judíos. La multitud sigue gritando. Pero hay pocos que lo miran y lloran.