Mientras Jesús y los discípulos siguen caminando por el campo, Él les dice que habrá tentaciones. Habrá situaciones que provocarán que la gente peque. Pero los discípulos jamás deberán ser la causa. Mira hacia la multitud y dice que sería mejor para esa persona tener una gran piedra amarrada a su cuello y ser arrojado al mar. Eso sería mejor que causar que alguien más se tropiece o pierda su fe.